Entrevista a Ovidio Lozada, alcalde de Los Salias
El alcalde no tiene quien le escriba
En 2008, Lozada, candidato por Primero Justicia, se convirtió en la máxima autoridad de San Antonio de los Altos, con una popularidad que lo ayudó a derrotar a su rival más fuerte, también de la oposición. Hoy, muchas críticas se escuchan en todos los recovecos de la ciudad y él —padre, esposo y político— lamenta el poco mérito del que se ha hecho merecedor
GRECIA TOUKOUMIDIS
GRECIA TOUKOUMIDIS
Los damnificados por las lluvias del último fin de semana de noviembre en la localidad de Figueroa, lo esperan impacientemente. Los derrumbes que obstruyen el paso en importantes arterias viales de la ciudad, reclaman su presencia. Los eventos tradicionales que acompañan la navidad sanantoñera, requieren su aprobación. Y su Blackberry no para de sonar. Ovidio José Lozada Roa —42 años—, alcalde del Municipio Los Salias en el estado Miranda, tiene un trabajo duro. Duro para él y duro para las casi 100 mil personas acostumbradas al buen vivir en la entidad.
En 2008 fue electo luego de una difícil campaña que él no le desea a nadie. Su esposa, María Gabriela —33 años— le imploró muchas veces que se retirara, después de repetidos escenarios de agresión hacia ella y su hijo de 7 años. Lozada, político por vocación y de carrera —es licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela— no desistió. La lucha contra José Fernández del partido Un Nuevo Tiempo, solo llegó a su fin el 23 de noviembre de ese año, cuando Primero Justicia pudo respirar los aires de la “unidad”, que nunca alcanzó la oposición en el municipio.
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Nació en San Cristóbal, estudió en Caracas y desde hace nueve años disfruta de la tranquilidad de San Antonio de los Altos, que compara con los Andes. Fue diputado de la Asamblea Nacional y autoridad única de la carretera Panamericana. En este último cargo se despertaron sus inquietudes. Se acercó a la comunidad, escuchó sus problemas y los vivió en carne propia. Ahí, hace cuatro años, decidió hacer carrera para ser alcalde de Los Salias y lo comunicó a su partido político. La cosa no estuvo fácil. Ya había una candidata para las elecciones regionales, pero el ímpetu de Lozada convenció a las filas de la organización y, en unas elecciones internas, resultó el vencedor catorce votos a uno.
Desde que es alcalde, su vida ya no es normal. Un día “anormal”, como él lo llama, incluye escasas horas de sueño —desde que nació su hijo, duerme muy poco—, mucha hiperquinesia, bastante actividad, una agenda que rebosa de compromisos y un teléfono que no deja de sonar: llamadas, correos electrónicos y mensajes de texto de su equipo de trabajo, su familia y hasta vecinos del sector quejándose, pidiendo y pocas veces agradeciendo.
En la mañana él despierta al sol y también a su hijo, con quien desayuna. Es uno de los pocos momentos que tienen para compartir. El otro, es cuando lo lleva al colegio. Algunas noches, si no llega muy tarde, tiene otra oportunidad de ejercer lo que es, además de ser alcalde, el rol más importante de su vida: ser padre. Ahora, a partir de febrero del año que viene, el trabajo será más duro: una segunda bebé viene en camino y Lozada tendrá un reto más. “Mi mayor sueño es tener una familia chévere, seria y responsable”.
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Su teléfono sigue sonando. Se dirige al barrio Figueroa, donde una docena de familias afectadas por las lluvias lo esperan impacientemente para recibir alimentos. En el camino no para de llover. Es lunes 29 de noviembre de 2010 a las 2:00 pm y lo peor no había pasado aún. Tráfico ligero en la Panamericana y bajas temperaturas. Muchos huecos en la vía —lo que él reconoce como el principal problema del municipio— y por fin llega a su destino. Interrumpe la entrevista para entregar los insumos y mostrar su faceta más política: abrazos, sonrisas y fotos —no vaya a ser que no quede constancia de la ayuda—. Los vecinos aprovechan para pedir más. “Mi casa se está cayendo”, “Las escaleras se derrumbaron”, “No me dieron el dinero que pedí”, son algunas de las frases que se escuchan. Lozada, vestido de jeans y camisa manga larga marca Tommy, no se despega de su celular ni en esta ocasión. Entregó la comida, hizo un par de llamadas para aplacar las súplicas de la gente, compartió un breve momento y volvió al carro para continuar la entrevista.
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Los fines de semana, Lozada sigue trabajando. “Normalmente, trato de dejar sábado o domingo o por lo menos mediodía para compartir con mi familia”. Por esto lamenta profundamente el sobrenombre con el que se ha hecho popular en los Altos Mirandinos: Olvido Losalias. Además, el poco reconocimiento de sus acciones se ha convertido en su mayor frustración: cree que cuando siente que está haciendo todo, más lo castigan, hay más inconformidad y más reclamos. “Ser alcalde tiene enormes satisfacciones, pero hay muchos ratos amargos y difíciles. La gente se queja hasta de lo que se hace”.
Amante de la música de Yordano, admirador del Papa Juan Pablo II y convencido de que Henrique Capriles Radonski —gobernador de Miranda— será el próximo Presidente de Venezuela, Lozada reconoce que el reto de ser alcalde era uno de los más importantes que se había trazado. Lo cumplió y ahí está, en el despacho del segundo piso de la sede de la Alcaldía de Los Salias, una de las que tiene menos personal en todo el país, asumiendo los problemas que aquejan a miles de vecinos y que no siempre son su responsabilidad, según explica. “La gente ve algo mal y dice que es culpa de Ovidio. Hay que entender que lo que pasa con las tuberías es competencia de Hidrocapital, lo que sucede con la luz de Corpoelec y con la basura de Aseas. Hay que diversificar las mentadas de madre”, explica con una sonrisa que muestra su cuidada dentadura.
Una pregunta crucial para un alcalde que superó los obstáculos de luchar contra un candidato de oposición y no contra uno del chavismo, que no representaba mayor competencia en un municipio netamente “escuálido” como diría el Presidente, tiene que ver con la posibilidad de reelección. Más aún por el descontento con la gestión de Lozada, que se escucha en las calles de San Antonio. Él, sin muchos titubeos, trató de responder con sensatez. “Estamos trabajando más que para la reelección, para la satisfacción de la gente. Eso es algo que, en su momento, vamos a revisar. Estamos en una etapa de cambios y de mejorar algunas cosas. El tiempo lo dirá y uno lo sentirá. En ese momento uno sabrá si tiene las condiciones para seguir y si a la gente le vendría bien una reelección. Yo no creo en la reelección indefinida. Creo que hasta dos periodos seguidos son suficientes”.
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Hijo de venezolanos de cepa: madre gocha y padre cochense, Lozada confiesa que su infancia fue muy feliz, activa y criolla. Esa misma que quiere darle a sus hijos. Sus pasatiempos, si es que tiene ratos libres, son el fútbol, el béisbol y jugar con el equipo de softbol que creó en la Alcaldía. De los libros y las películas que le gustan, no revela mucho. Solo cuenta que se satura intelectualmente de lo complejo y a la hora de escoger qué leer prefiere los textos que lo hacen reír e imaginarse cosas positivas. Si se trata de ver el séptimo arte confiesa que ha aprendido a disfrutar mucho las películas infantiles en compañía de su hijo y que no le agradan, especialmente, las de acción y violencia.
No se considera a sí mismo como supersticioso, pero sí muy optimista. De su vida cambiaría pocas cosas, pero, a diferencia de quienes valoran los errores, él los lamenta. Le cuesta mucho pensar qué otra profesión le hubiese gustado escoger, a pesar de que sus inicios en vida universitaria fueron en Ingeniería, estudios que abandonó luego del tercer semestre, cuando se convenció de que estaba allí por sus padres y no por él. Enseguida, optó por su carrera actual y luego realizó un postgrado en el exterior en Políticas Públicas.
Sus metas siempre son políticas y familiares. No se cierra a la expectativa de optar a la Gobernación de Miranda, aunque no lo dice de manera convincente. Su corazón no ha dejado de querer a la tierra que fue su cuna y lo deja en evidencia cuando dice que si pudiera ser alcalde de otro municipio venezolano, le gustaría que fuera de algún pueblo andino. La legislación también es lo suyo. Recuerda con especial alivio los momentos en que fue diputado y reconoce que es un cargo “más sabroso” que el de alcalde, aunque aclara que asume con propiedad lo que le corresponde, así le cueste su paz y su tranquilidad.
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En esta época decembrina que invita a la reflexión, las cosas no cambian para los políticos, quienes también son padres, esposos, hijos y amigos, pero, sobre todo, son muy ocupados. Más aún con la tragedia que sacude al país luego de las lluvias. Lozada está consciente de la envergadura de su labor y de que las autoridades no se deben pintar como héroes porque ése es su trabajo, aunque reconoce que tampoco se puede banalizar. En su carta al niño Jesús, el alcalde no es egoísta. “Yo le pediría que pare un poco de llover, porque hay mucha gente afectada y en el caso de las autoridades nos pone a correr y genera mucha crisis. Eso en cuanto a lo colectivo. En lo individual la salud de mi nueva niña que va a nacer. Que esta chama nazca sana”.
Si su carta fuera para Chávez, quien no puede controlar la naturaleza, Lozada tendría otras peticiones: “Le suplicaría sensatez, debate y que rectifique, aunque sé que mucha gente quisiera ponerle dinamita”.
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En el camino de regreso a la Alcaldía, con mucha lluvia, neblina y más huecos en la vía, luego de ayudar a los damnificados, Lozada pregunta:
—¿Tú vives en Los Salias?
—Sí, por la UTAL. Esa vía estaba malísima, por cierto.
—Bueno, ahora te voy a entrevistar yo. ¿Qué es lo que no te gusta del municipio?
Y continua la diplomática charla colmada de lamentos y justificaciones.
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