Entrevista a Marlene Vanegas, caperucita roja de Chacao
Abandonando el lenguaje típico del chavismo, que redunda en términos como golpista e imperialista, Vanegas habla de su incursión en la vida política, de cómo sobrevive en Chacao —municipio opositor— y de la ropa roja que viste a diario. “Me gusta que la gente comente de mí y nunca pensé que sería ‘artista’ después de vieja”
Grecia Toukoumidis
Allí estaba como todas las tardes, vestida de rojo de pies a cabeza y sentada en la plaza El Indio, frente a la Alcaldía de Chacao. La caperucita se sentía la anfitriona. Al llegar ofreció una silla y café de un termo que combinaba con su atuendo y todos sus accesorios: lentes, zarcillos, cartera y hasta la pintura de uñas. Se disculpó por ausentarse unos minutos, mientras buscaba una mesa para picar la torta de un cumpleañero y, entre tanto, el ambiente no quedaba en silencio: la tranca habitual de un jueves a las 5:00 pm en la avenida Francisco de Miranda, el ruido de la gente pasaba y una brisa fresca se sentían.
Después de un breve momento, Marlene Vanegas regresó y decidió comenzar la entrevista. No la intimidó el grabador, pero sí preguntó para qué se iba a usar la información. “Espero que no te importe que sea chavista”, dijo riendo. Con la ternura de una abuela, una memoria casi fotográfica y una lucidez envidiable a los 71 años de edad, la caperucita cuenta que en la “cuarta república” no era ni adeca ni copeyana, sino ama de casa y que desde 1992 supo que Chávez sería el “mesías”. Además, asegura que vive de sus hijos y no del Presidente, pero que en esto ha encontrado cómo entretenerse.
— ¿Desde cuándo le dicen caperucita?
— A mí me puso caperucita un periodista del canal 2 —RCTV— el 19 de agosto de 2000, cuando Chávez asumió la Presidencia por segunda vez. Yo vi que el Presidente bajaba de la Asamblea Nacional y le gritaba: “Aquí viene el mesías, Hugo Chávez Frías”. Cuando todo terminó, el periodista me siguió y me preguntó por qué tenía una capa. Yo siempre me la ponía para todas las marchas porque decía que era la reina de Chacao. También me preguntó que por qué yo decía que Chávez era el mesías. Yo le contesté: “Es una forma de decir algo, pero no se te olvide que Chávez está con Dios y Dios está con Chávez”. Y eso no lo sacaron en el aire en el noticiero. Después él me preguntó que por qué de caperucita. Le iba a decir que era de reina, pero le contesté que para que el lobo feroz de Arias Cárdenas no me comiera, porque ese fue el candidato contra el que Chávez compitió. Y no me comió porque Chávez me defendió. Todo me salió como un verso de una niña de primer grado y dije que, lamentablemente, en Chacao perdimos porque son sifrinos y eso sí salió en el aire.
— Entonces, ¿usted es sifrina porque vive en Chacao?
— No, no. Lo dije porque no votaron.
— Eso lo dijo hace 10 años, ¿ahora qué piensa de la gente del municipio?
— Aquí hay gente muy radical, pero hay personas de la oposición que son inteligentes y hablan con uno. Me dicen que estoy linda. Incluso, una vez me iban a agredir y un muchacho me defendió. Pero eso es la convivencia. Tengo 50 años viviendo aquí y conozco a todo el mundo. Soy una persona sana que ni toma, ni fuma ni baila pegado.
— ¿Y quién es el lobo feroz ahora?
— El que está de moda ahorita es Graterón. El otro día me pidió un beso y le dije que solo se los doy a Chávez.
— Usted que dice ser tranquila, ¿qué opina de líderes del chavismo como Lina Ron?
— No estoy de acuerdo con ella. El Presidente le llamó la atención. Hay que tener cuatro dedos de frente y saber lo bueno y lo malo. Ella está perjudicando al chavismo. Por ser chavista no tiene que dársela de guapetona.
— ¿Cuál cree que es su rol en el chavismo?
— Yo no soy una mujer estudiada, pero digo que si mi imagen aporta algo, me siento útil. Soy imagen de la revolución y jamás pensé que después de vieja iba a ser artista, porque yo me siento una artista.
Sobreviviente de su realidad
Aunque su territorio colinda con la sede de la Alcaldía de Chacao, es terreno del chavismo. “A esto le dicen ‘puente Llaguno’ porque todas las tardes nos reunimos los compatriotas aquí en la plaza El Indio, hablamos y nos distraemos”. Vive alquilada en la calle Páez y no pierde las esperanzas de que alguna ley o expropiación, específicamente del Country Club, le dé la oportunidad de tener techo propio.
— ¿Por qué no se ha mudado de Chacao?
— Porque uno llega, se estanca en un sitio y se queda allí. Vivo con uno de mis hijos que va y viene porque trabaja en Cabimas. Pero mis nietos siempre me visitan.
— ¿Qué es lo más difícil de ser chavista y vivir en Chacao?
— He pasado ratos malos, pero también ratos buenos. A mí hasta me hirieron un pie aquí. En el primer firmazo que hicieron contra el Presidente, en esta plaza se paró un carro. De pronto vi un charco de sangre en mi pie y corrí de un lado al otro. Escuché unos Bin Laden —fuegos artificiales— y unos disparos, pero no me di cuenta cuando me agredieron. Unos compatriotas y mi hijo, que estaban aquí, me llevaron al canal 8 a denunciar esto con una sábana en el pie, porque preferí ir primero para allá que al médico. Cuando llegué bajaron las cámaras y yo decía que por qué lo tienen que atacar a uno por estar con un afiche de Chávez.
— ¿Cuáles son las cosas buenas entonces?
— Hay muchos niños que pasan diciéndome con mucho amor: “Caperucita, qué linda”, y tengo la amistad de muchas personas. Esas son cosas que lo motivan mucho a uno.
—¿Qué relación tiene usted con el mercado de Chacao?
—Ahí quedan 49 compatriotas defendiendo lo suyo. Yo los he apoyado porque un mercado debe ser normal y en planta baja, no como ese “sambilito” que hicieron, que hay que subir escaleras y ascensor.
−¿Y qué tiene de malo?
−No me cuadra como mercado. Aquí hay mucha gente de tercera edad y es difícil. Además, no le veo el queso a la tostada porque si ya había un mercado, para qué pusieron otro. Ahí podría haber una universidad o una escuela primaria.
Política escarlata
Entre las cadenas presidenciales y las conversaciones en la plaza, le cuesta decidir. “Me traigo mi radio y escucho a Chávez desde aquí. Los domingos sí son sagrados por el Aló, Presidente”. Pero cuando responde sobre las fallas de la revolución no titubea: “Hay que incluir más a los jóvenes. Es lo único de lo que me quejo”.
— ¿Qué la hizo dar ese salto a la vida política si antes no militaba en nada?
— El 4 de febrero, cuando yo vi al presidente Chávez que asumió el golpe al mediodía y dijo: “Por ahora”. Ahí yo pensé: “Este es el hombre que le hace falta a Venezuela”.
— ¿Para usted qué diferencia tiene la cuarta república de la quinta?
— Hoy tú ves a todo el mundo con aparatos en los dientes y eso antes era de millonarios. Un muchacho no podía entrar en la Escuela de Aviación si tenía la dirección de un barrio. Las becas también eran así. Mi hija tenía promedio de 19 y no se la dieron porque vivía en un barrio. Al dar esa dirección ya estaban descartados y hoy en día no es así.
—¿Qué es lo mejor que le ha dado Chávez?
—A mí en particular no me ha dado nada porque no como de él, sino de mis hijos. Pero con esta revolución uno se entretiene y organiza eventos. Por ejemplo, el 18 —de noviembre— haremos un gaitazo aquí por el día de la Chinita. Yo pertenezco a la Sala de Batalla Socialista y a un Comité de Guardianas de Chávez.
— ¿Usted se viste de rojo todos los días?
— Sí, opté por eso porque cuando iba a las marchas en el 98, la gente de la oposición me señalaba y yo me preguntaba por qué lo hacían si no estaba haciendo nada malo, ni era borracha ni marihuanera. Además, ¿quién critica a los que se visten de blanco o de negro? A mí la gente me regala ropa roja y me acostumbré. Yo gozo un puyero y ya no se meten conmigo.
— ¿Cree que vestirse completamente de rojo demuestra que está apegada al chavismo con más fuerza que otras personas?
— No, es que yo no lo hago por eso. A mí desde pequeña me gustó mucho el color rojo y gracias a Dios que soy blanca, porque si fuera negra parecería una peonía.
— ¿Qué significa el color rojo para usted?
— Cuando veo las mareas rojas en las marchas me da mucha emoción. Cuando uno de mis hijos era pequeño, había una muchacha que estudiaba Educación y siempre iba a la casa a llevarse los dibujos de él porque a todo le ponía rojo. Ella decía que eso significaba que el niño quiere mucho a sus padres.
Aunque Chávez podría ser su hijo y no su padre, la admiración se convirtió en el mejor argumento para explicar su apego al Presidente. La caperucita, que no se ve a sí misma como una abuelita de las que rezan rosarios en la iglesia, admite que su militancia la distrae y no le recuerda los 20 años que tiene viuda.
Marlene Vanegas, caperucita de Chacao |
No hay comentarios:
Publicar un comentario